domingo, 31 de marzo de 2013

HELEN ELIZABETH FISHER






Helen Elizabeth Fisher (nacida en 1945-). Antropóloga canadiense, Docente de Antropología e investigadora del comportamiento humano en la Universidad Rutgers, y ha estudiado el amor romántico (atracción interpersonal) desde un punto de vista científico durante alrededor de 30 años. Antes de convertirse en profesora e investigadora de la Universidad Rutgers, fue asociada de investigación en el Museo Americano de Historia Natural, en Nueva York.

Helen Fisher es uno de los mayores expertos en la biología del amor y la atracción. Actualmente es el erudito más referenciado en la comunidad investigadora sobre el tema del amor. En 2005 fue contratada por match.com para que ayudase a construir chemistry.com, sitio web que usó sus investigaciones y experiencia para crear sistemas de emparejamiento basados tanto en las hormonas como en la personalidad. Fue uno de los principales expositores en las conferencias anuales de TED de 2006 y 2008. El 30 de enero de 2009 apareció en el programa especial de 20/20 de ABC News Why Him? Why Her? ("¿Por qué él? ¿Por qué ella?"), donde discutió sus más recientes investigaciones sobre la química cerebral y el amor romántico.


Helen Elizabeth Fisher propuso la teoría de que la humanidad había desarrollado 3 sistemas cerebrales principales para el apareamiento y la reproducción (lujuria o impulso sexual, atracción sexual selectiva y apego): 

1). Lujuria, impulso sexual indiscriminado, excitación sexual o libido: Este proceso está regulado por la testosterona y el estrógeno en la mayoría de los mamíferos y casi exclusivamente por la testosterona en el ser humano, y es detectable neurológicamente en el córtex cingulado anterior. De breve duración (raramente dura más de unas pocas semanas o meses), su función es la búsqueda de pareja.

2). Atracción sexual selectiva, pasión amorosa o enamoramiento: Amor romántico intenso de la etapa inicial de la relación. regulada por la dopamina en los circuitos cerebrales del placer. Esta segunda etapa es inusualmente prolongada en el ser humano frente a otras especies (hasta 18 meses). El amor romántico es más fuerte que el impulso sexual. Consiste en un deseo más individualizado y romántico por un candidato específico para el apareamiento, que se desarrolla de forma independiente a la excitación sexual como un sentimiento de responsabilidad hacia la pareja (deseo de consecución de un nexo emocional y de exclusividad sexual). Cuando tenemos relaciones sexuales con alguien y no lo amamos, no nos importa realmente si también las tiene con otros. Pero cuando nos enamoramos, pasamos a ser realmente posesivos, algo que en la comunidad científica llaman vigilancia de la pareja (celos). Por ello, el amor romántico es un arma de doble filo, pues, dependiendo del desenlace de la relación, puede derivar en gran felicidad o en gran tristeza, la cual a su vez puede llevar, a la ira, la melancolía, la angustia, la desesperación, la desilusión, la depresión y, en casos extremos, al suicidio y/o al homicidio. Tal y como lo señalaba el sociólogo, filósofo, historiador y escritor polaco de origen judío Zygmunt Bauman, “todo amor está teñido del impulso antropofágico. Todos los amantes quieren dominar, extirpar y limpiar la irritante alteridad que los separa del amado; la separación del amado es el miedo más intenso del amante, y muchos amantes llegan a cualquier extremo por exterminar de una vez por todas al espectro de la despedida” . En (2006), sus investigaciones con imágenes por resonancia magnética, Helen Elizabeth Fisher mostraba que el área tegmental ventral (ATV, cerebro límbico o sistema límbico) y el núcleo caudado (uno de los componentes de los ganglios basales. Estos se encuentran en la profundidad de los hemisferios cerebrales. Estos núcleos, junto al cerebelo, participan en la modulación del movimiento, en forma indirecta, desde la corteza a los núcleos y de estos de vuelta a la corteza motora vía núcleos talámicos) se volvían activos cuando la gente estaba locamente enamorada . Recientes estudios en Neurociencia han indicado que, a medida que las personas se enamoran, el cerebro secreta en crecientes cantidades una serie de sustancias químicas, incluyendo feromonas, oxitocina, dopamina, norepinefrina y serotonina, vasopresina, que actúan de forma similar a las anfetaminas, estimulando el centro del placer del cerebro y llevando a efectos colaterales tales como aumento del ritmo cardíaco, pérdida de apetito y sueño, y una intensa sensación de excitación. Las investigaciones han indicado que esta etapa generalmente termina al cabo de un año y medio a 3 años. Otra sustancia que el cerebro libera en estado de enamoramiento es la feniletilamina, que actúa sobre el sistema límbico (cerebro límbico) y provoca las sensaciones y sentimientos comunes en dicho estado, además de que es un precursor de la dopamina, de ahí que esta última también se encuentre en grandes cantidades. Una pequeña modificación química puede hacer que se transforme en un estimulante (anfetamina y metilfenidato) o un antidepresivo (bupropión y la venlafaxina). La feniletilamina puede encontrarse también en alimentos como el chocolate y quesos fermentados. Según Helen Elizabeth Fisher, es por ello que el amor romántico es (al igual que el chocolate) adictivo. La molécula proteínica conocida como factor de crecimiento nervioso (NGF) presenta niveles elevados cuando las personas se enamoran por primera vez, aunque ésta vuelve a sus niveles previos al cabo de un año.

3). Apego o Cariño: Sentimientos profundos de unión con un compañero a largo plazo. Lazo afectivo de larga duración que permite la continuidad del vínculo entre la pareja, regulado por la oxitocina y la vasopresina, que también afectan al circuito cerebral del placer; su duración es indeterminada (puede prolongarse toda la vida). El apego implica la tolerancia de la pareja (o de los hijos) durante un tiempo suficiente como para criar a la prole hasta que ésta pueda valerse por sí misma. Se basa generalmente, por lo tanto, en responsabilidades tales como el matrimonio y los hijos, o bien en amistad mutua basada en aspectos como los intereses compartidos. Se ha relacionado con niveles de las sustancias químicas oxitocina y vasopresina a un nivel mayor del que se presenta en relaciones a corto plazo.


El amor puede comenzar con cualquiera de estos sentimientos, según sostiene Helen Elizabeth Fisher. Algunas personas tienen relaciones sexuales con una persona nueva y posteriormente se enamoran. Algunos se enamoran primero, y luego tienen relaciones sexuales. Otros comienzan con un sentimiento profundo de apego, que se transforma en amor romántico y en impulso sexual. Pero el impulso sexual evolucionó hasta permitir el apareamiento únicamente con un grupo de compañeros; el amor romántico evolucionó de tal forma que permite enfocar la energía del apareamiento sobre un solo compañero cada vez; y el apego evolucionó hasta permitirnos formar un vínculo de pareja y criar juntos a los hijos como un equipo. Helen Elizabeth Fisher discute muchos de los sentimientos del amor romántico intenso, y dice que comienza a medida que la persona amada adquiere un significado especial. Entonces se focaliza intensamente sobre ella. La gente puede enumerar las cosas que no le gustan de su pareja, pero las aparta de su mente y se concentra en lo que adoran. Una intensa energía, euforia, cambios de ánimo, dependencia emocional, ansiedad ante la separación, actitud posesiva, y reacciones físicas que incluyen fuertes latidos del corazón, respiración acortada y ansia, según afirma Helen Elizabeth Fisher, son elementos centrales de este sentimiento. Pero el más importante es el pensamiento obsesivo. Según sus propias palabras, alguien acampa en tu cabeza.

Helen Elizabeth Fisher ejecutó un amplio estudio que involucró a hombres y mujeres (enamorados o con el corazón roto), varias encuestas y una máquina de resonancia magnética funcional (fMRI). Helen Elizabeth Fisher y sus colegas han pasado a 49 hombres y mujeres por un escáner cerebral para estudiar las conexiones cerebrales del amor romántico: 17 que acababan de enamorarse locamente, 15 que acababan de romper la relación, y 17 que afirmaban estar aún enamorados después de 21 años de matrimonio. Una de las ideas centrales de la investigadora es que el amor romántico es un impulso más fuerte que el sexual. Según sus palabras, “después de todo, si casualmente le pides a alguien que se vaya contigo a la cama y te rechaza, no entras en una depresión ni cometes suicidio u homicidio (pero en todo el mundo la gente sufre terriblemente tras el rechazo en una relación romántica)”. En su libro “¿Por qué amamos: naturaleza y química del amor romántico?”, Helen Elizabeth Fisher comenta que, en la elección de la pareja, y aunque aún no se conocen los motivos concretos, se sabe que intervienen de forma importante la cultura y el momento en que se produce dicha elección (por ejemplo, debemos estar dispuestos a enamorarnos). La gente tiende a enamorarse de alguien que tiene alrededor, próximo; nos enamoramos de personas que resultan misteriosas, que no se conocen bien. Los hombres se enamoran más deprisa que las mujeres, y 3 de cada 4 personas que se suicidan cuando una relación acaba son hombres. En cuanto a la pasión, ambos sexos presentan el mismo grado, pero en los hombres se ha descubierto una mayor actividad en una pequeña región cerebral asociada con la integración de los estímulos visuales.

Helen Elizabeth Fisher hace referencia a que, durante millones de años, el hombre ha tenido que mirar bien a la mujer y tomarle la medida para ver si ella le daría un hijo saludable. En las mujeres, se ha descubierto una mayor actividad en una de 3 áreas diferentes, asociadas con la memoria y la rememoración, y no simplemente con la capacidad de recordar. También durante millones de años, una mujer no podía mirar a un hombre y saber si podría ser un buen padre y un buen marido. Para saberlo, tenía que recordar. Y actualmente las mujeres recuerdan cosas como lo que había dicho su pareja el último día de San Valentín, o su comportamiento con anterioridad. Según Helen Elizabeth Fisher, es un mecanismo de adaptación que las mujeres probablemente han poseído durante 4 millones de años, para conseguir al hombre adecuado.

En su libro “¿Por qué amamos: Naturaleza y química del amor romántico?”, examinó los resultados de resonancia magnética funcional (fMRI). Notablemente, algo era cierto para todos los participantes, los sentimientos descritos y la actividad cerebral eran las mismas para cada una de estas personas. De hecho, Helen Elizabeth Fisher ha sido una de las primeras en observar que el amor y el odio comparten algunos circuitos cerebrales. El amor y el odio son muy parecidos, con la indiferencia como el opuesto de ambos. Normalmente hacemos ambas cosas: amamos y odiamos al mismo tiempo a la persona. De hecho, el amor y el odio tienen muchas cosas en común: cuando odiamos, concentramos nuestra atención tanto como cuando amamos; cuando amamos o cuando odiamos, nos obsesiona pensar en ello, tenemos una gran cantidad de energía y nos cuesta comer y dormir. “Los humanos hemos evolucionado 3 áreas distintas pero interrelacionadas para el apareamiento y la reproducción: El impulso sexual, el amor romántico y el apegamiento a otro a largo plazo y en nuestros resultados hemos identificado cómo el amor romántico puede convertirse en una relación a largo plazo. El amor romántico es más poderoso que el sexo y es su aparición lo que intensifica la actividad en estas zonas y permite que este tipo de amor se haga largo”, explica Helen Elizabeth Fisher. También sostiene que ciertos antidepresivos pueden disminuir los sentimientos de amor romántico y apego (también disminuyen el impulso sexual).

Tanto los hombres como las mujeres usan el atractivo físico como una medida de cómo de buena es una persona. Según imágenes del cerebro por resonancia magnética funcional (fMRI) publicadas en 2004, en las etapas tempranas de enamoramiento intenso se apreciaban claras diferencias entre el cerebro del hombre y la mujer. Los hombres, en promedio, tendían a mostrar más actividad en 2 regiones del cerebro: una asociada con la integración de estímulos visuales, y la segunda relacionada con la erección del pene. Por su parte, las mujeres exhibían un aumento de actividad en varias regiones del cerebro asociadas con la evocación de la memoria o rememoración. Helen Elizabeth Fisher especuló que la fuente evolutiva de tal fenómeno se encontraría en la necesidad de las mujeres de identificar a los hombres cuyo comportamiento a lo largo del tiempo les sugería que podrían ayudarla a criar a la prole. En su libro “El Contrato Sexual”, Helen Elizabeth Fisher intenta comprender su evolución, comenzando con Driopitecus y el esencial paso de abandonar las lianas para caminar erguidos sobre el suelo. Para la mujer, esto inició un cambio biológico que transformaría el parto y las necesidades de la hembra en cuanto al cuidado del bebé, eventos que desencadenarían la primera de varias revoluciones sexuales de nuestra especie.

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