(Anne
Marie Frank; Frankfurt, 1929 - campo de concentración de Bergen-Belsen,
Alemania, 1945) Joven de origen judío que dejó testimonio en un famoso diario
de los dos años que vivió oculta con su familia para escapar al exterminio
nazi. Hija de una familia germana de origen judío, se trasladó con los suyos a
los Países Bajos con la llegada de Hitler al poder en 1933. Durante la Segunda
Guerra Mundial, después de la invasión alemana de Holanda en 1940 y de padecer
las primeras consecuencias de las leyes antisemitas, Ana y su familia
consiguieron escondrijo en unas habitaciones traseras, abandonadas y aisladas,
de un edificio de oficinas de Ámsterdam, donde permanecieron ocultos desde 1942
hasta 1944, cuando fueron descubiertos por la Gestapo.
Ana
llevó un diario de ese período de reclusión, que su padre, único superviviente
de la familia, dio a conocer acabada la guerra, después de que Ana y el resto
de la familia hubieran sido detenidos y confinados en un campo de exterminio,
en donde murieron. El Diario constituye un conmovedor testimonio de
ese tiempo de terror y persecuciones. Albert Hackett y Frances Goodrich lo
adaptaron al teatro, y George Stevens lo llevó al cine en 1959.
El Diario
de Ana Frank
En el Diario,
Ana Frank imagina que escribe a Kitty, una amiga hipotética, para contarle las
peripecias de su vida en el escondrijo donde vivió desde el 14 de junio de 1942
al 4 de agosto de 1944, cuando la Gestapo descubrió la "dependencia
secreta" en la que vivían la familia Frank (compuesta por los padres, por
Ana y por su hermana mayor Margot), la familia Van Daan (la madre, el padre y
su hijo Peter) y el dentista Dussel, con la vana esperanza de escapar a la
captura de los nazis.
Ana cuenta la vida en aquellos pocos metros
cuadrados del refugio en que la convivencia de ocho personas, arrancadas de la
vida normal, planteaba tantos y tan delicados problemas, y narra el desarrollo
de la existencia cotidiana con tal sencillez, fuerza y verdad, que ello constituye
el primer encanto de estas páginas. Alejada de sus coetáneos y de los intereses
que sonreían a su exuberante juventud, pero también, aunque a la fuerza, de la
barbarie del momento, la autora-protagonista mira y juzga las cosas con un
candor que subyuga.
En las páginas del Diario, a menudo alegres y
divertidas, asistimos al desarrollo intelectual y físico de una muchacha, a la
variedad de sus problemas, de sus estudios y diversiones a pesar de su
reclusión, a sus relaciones y a sus juicios sobre sus familiares y compañeros
de aislamiento y sobre los hombres en general. Los acontecimientos y fases
alternas de la guerra y de la política mundial, tal como lograban llegar a
aquel refugio aislado, adquieren un aspecto nuevo y diferente, con perspectivas
insospechadas. Y la vida de una reducida colectividad, obligada a compartir la
buhardilla en condiciones tan dramáticas, se ilumina con episodios singulares,
en los que los hechos triviales de la vida diaria adquieren una importancia
particular, y donde una niña con mirada clara y terriblemente objetiva se juzga
a sí misma y a los adultos, analizándolo todo con gran libertad.
Ana Frank habla de sus aspiraciones a corazón
abierto, y también de los peligros, pero con gran conocimiento y sin perder la
esperanza. Dos personajes del exterior (el señor Kraler, amigo de Otto Frank, y
Miep, secretaria de Frank y luego de Kraler) son como seres que pertenecen a
otro planeta y que, como promotores del ocultamiento de los Frank y
favorecedores de los mismos, parecen redimir al resto de la humanidad de sus
culpas de complicidad y de miedo.
El idilio que se inicia entre Ana y Peter
tiene la gracia de una flor espontánea en sus diversas fases y manifestaciones;
la descripción de la pubertad tiene una delicada naturaleza que difícilmente se
encuentra en otra parte; el afecto por un gato parece el símbolo de los
vínculos deseados pero imposibles con el mundo externo; las relaciones con los
padres (y en particular, con la madre) se observan con gran madurez. No hay
nada que la induzca a prorrumpir en invectivas y a juzgar con acritud aquella
vida tan injusta y contraria a la naturaleza. "A pesar de todo, continúo
creyendo en la bondad íntima del hombre", afirma Ana en el Diario; estas palabras
constituyen la moral de este libro que, nacido como de una necesidad personal,
tiene la honestidad genuina e inmediata de un desahogo espontáneo nunca
dirigido a la publicación.
Las
alusiones a los problemas judíos (que podrían parecer frecuentes en una persona
que vivía en aquellas condiciones especiales pura y simplemente por la
"culpa" de pertenecer al pueblo judío) son muy raras, aunque
inspiradas en una extrema dignidad y firmeza: Ana pertenecía a una de aquellas
familias asimiladas que no habían tenido una profunda cultura hebrea y que sólo
muy tarde se dieron cuenta de todo ello. El libro, además de sus valores
humanos y documentales, revela en la joven autora cualidades literarias nada
comunes: el mismo hecho de fingir una destinataria para sus confidencias es ya
un índice de madurez artística.
Traducido a todas las lenguas y llevado
también al teatro y al cine, el Diario
de Ana Frank se ha convertido
en el paradigma testimonial, más impresionante incluso que otros documentos
detallados, de la opresión sufrida en muchos países bajo el nazismo y de las
condiciones en que millones de personas se vieron obligadas a vivir con la
esperanza de escapar al exterminio.
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