lunes, 1 de abril de 2013

PAULA MODERSOHN-BECKER


Paula Modersohn-Becker (Dresde, 8 de febrero de 1876 - Worpswede, 21 de noviembre de 1907) fue una pintora alemana, y una de las representantes más precoces del movimiento expresionista en su país.

Originaria de Dresde, Paula Becker se comprometió en estudios de pintura y reunió a artistas independientes en el pueblo de Worpswede, no lejos de Bremen, que predicaba un retorno a la naturaleza y a los valores simples de la gente campesina. Allí se casó con el paisajista Otto Modersohn. La falta de audacia de los pintores de Worpswede, la empujaron a usar inspiraciones exteriores y a efectuar repetidas estancias a París, Francia.

Los 14 cortos años durante los cuales Paula Modersohn-Becker ejerció su arte le permitieron realizar al menos setecientos cincuenta lienzos de pintura, trece estampas y cerca de un millar de dibujos. Su estilo, particularmente único y original, es el fruto de múltiples influencias, a los confines de la tradición y de la modernidad. Su pintura presenta aspectos que mezclan el Impresionismo de Paúl Cézanne o Paúl Gauguin, el Cubismo de Pablo Picasso, el Fauvismo, el Arte Japonés y el Renacimiento Alemán. La fuerza expresiva de su obra resume sólo los principales aspectos del arte a principios del s. XX. Paula Modersohn-Becker murió a los 31 años. Actualmente, la artista, es poco conocida más allá de los países germanófonos.

Paula Becker era la tercera hija nacida de una familia de siete hermanos. Su padre, Carl Woldemar Becker, era ingeniero de oficio, y su madre Matilde descendía de una familia ilustre de la nobleza de Turingia, los von Bültzingslöwen. Las cartas que Carl Woldemar Becker le envió más tarde a su hija le dan la imagen de un hombre cultivado y abierto sobre la gente: familiar de París totalmente como de Londres, dominaba el ruso, el francés y el inglés. La familia maternal de Paula presentaba las mismas predisposiciones al viaje: el abuelo von Bültzingslöwen había mandado una guarnición en el extranjero, y varios hermanos de Matilde emigraron a Indonesia, a Nueva Zelanda y a Australia.

Paula Becker pasó los doce primeros años de su vida en Dresde, un período sobre el que se conocen muy pocos datos. Reencontramos sin embargo el rastro de un drama acontecido cuando Paula Becker tenía 10 años, mientras que ella y sus 2 primas Cora y Maidli Parizot jugaban en las galerías de una cantera de arena. Las jóvenes fueron enterradas por un derrumbamiento, Paula y Maidli pudieron salir a tiempo, mientras que Cora Parizot, de tan sólo 11 años de edad, se asfixió y murió bajo los escombros. En una carta escrita muchos años más tarde a Rainer Maria Rilke, Paula Modersohn-Becker reveló hasta qué punto esta experiencia la había marcado.

En 1888, Carl Woldemar Becker obtuvo un trabajo en Bremen, lo que obligo a la familia dejar la ciudad de Dresde. La vida cultural de Bremen especialmente efervescente y la madre de Paula cultivó numerosas amistades en los círculos artísticos, la familia Becker pudo gozar constantemente de relaciones privilegiadas con este medio.

A principios del verano de 1892, sus padres enviaron a Paula Becker a Inglaterra con el fin de efectuar una estancia lingüística. Una hermanastra de su padre vivía en las afuera de Londres, y Paula debía reunirse con ella, para aprender a hablar inglés y, al mismo tiempo tener un hogar. Gracias al apoyo de su tío, la joven muchacha pudo también recibir cursos artísticos. Después de algunos estudios preliminares de bosquejos, comenzó a frecuentar a una escuela privada de las Bellas Artes, donde pasaba 6 horas al día iniciándose en la técnica de dibujo. Estos cursos sin embargo se abandonaron rápidamente: sus padres inicialmente habían fijado la duración de la estancia londinense de Paula Becker en un año, pero el mal del país, la nostalgia del hogar y la disciplina autoritaria que le imponía su tía impulsaron a Paula Becker volver hacia Alemania apenas seis meses más tarde.

Es sobre todo debido a la influencia de su padre y del respeto que éste le inspiraba que Paula Becker siguió las clases de una escuela de formación de maestras a partir de (1893), en Bremen. Seguía en esto de mala gana los pasos de su hermana mayor, que había seguido los mismos estudios. No obstante pudo obtener de su padre, a manera de contraparte, el derecho a asistir a cursos de pintura.

Las clases de pintura se efectuaban en casa del pintor Bernhard Wiegandt, y constituyeron particularmente para Paula la primera ocasión de trabajar según verdaderos modelos. De esta época datan por ejemplo una serie de retratos de sus hermanos y hermanas, así como su primer autorretrato, realizado hacia 1893. Esta actividad artística no la condujo a descuidar sus principales estudios: en septiembre de 1895, Paula Becker pasó el examen de profesora y obtuvo el diploma con buenos resultados.

A principios del año 1893, Paula Becker pudo admirar por primera vez las realizaciones del círculo artístico de Worpswede, cuando Fritz Mackensen, Otto Modersohn, Fritz Overbeck, Hans am Ende y Heinrich Vogeler expusieron sus telas al museo de Kunsthalle de Bremen. La joven mujer fue encantada sobre todo por una obra de su futuro marido, Otto Modersohn, que resplandecía de colores extraños y daba un sabor muy particular a un paisaje de brezos.

Paula, gracias a la rama maternal de su familia, pudo viajar a Berlín a principios de 1896 con el fin de seguir durante 6 semanas cursos de dibujo y pintura para la Asociación de los Artistas Berlineses (Verein der Berliner Künstlerinnen). La existencia de este tipo de asociaciones era una necesidad para las mujeres, que no tenían aún acceso a las academias de las Bellas Artes de la época.

Paula Becker estuvo en condiciones de continuar su formación más allá de las 6 semanas inicialmente consideradas, ya que su madre incluso llego a acoger a un pensionista en la casa familiar para poder pagar los estudios a su hija. Por otra parte, el hermano de Matilde, Wulf von Bültzingslöwen, al igual que su esposa Cora, se habían declarados dispuestos para alojar a Paula Becker y para satisfacer las necesidades diarias de la joven.

La enseñanza impartida en Berlín concedía un lugar preponderante al dibujo, realizado a partir de modelos profesionales. Sólo se admitía a las clases a aquellas candidatas que tenían ya un buen control de la materia. Numerosos dibujos de desnudos realizados por Paula Becker y que databan de este período han podido conservarse: las líneas, por regla general, son fuertemente marcadas, y los efectos de claroscuro afectan su omnipresencia. En 1897, Paula Becker fue admitida por primera vez en la clase de Jeanne Bauck. Este artista, hoy caído en el olvido, tuvo una profunda influencia sobre su joven alumna, y la persuadió más tarde a que fuera a vivir por algún tiempo a París.

Durante su estancia berlinesa, Paula Becker pasó numerosas horas en las galerías de los museos. Al igual que los artistas del movimiento nazareno, que había conocido su apogeo siete décadas antes, a Paula le gustaban por encima de todo, los lienzos del Renacimiento Alemán e Italiano.

Con motivo de las bodas de plata de los padres, la familia Becker emprendió en el verano de 1897 una excursión al pequeño pueblo de Worpswede. Paula Becker fue impresionada profundamente por la singularidad del lugar, por la diversidad de los colores presentes en el paisaje y sobre todo por la "colonia artística" (Künstlerkolonie) que había sido fundada allí algunos años antes. Antes del mismo otoño, ella regresó al lugar en compañía de una amiga, con el fin de reencontrar a los pintores y visitar los lugares con más atención. Cuando en enero de 1898, Paula Becker heredó de 600 marcos y pudo rembolsar una parte de las sumas prestadas por sus primos Arthur y Greta Becker para permitirle perseguir sus estudios, decidió junto a sus padres volver a Worpswede.

Al principio, la estancia fue contemplada como vacaciones simples y breves. Matilde Becker había previsto que su hija estuviera allí durante dos semanas en las clases de pintura y de dibujo de Fritz Mackensen, con el fin de que pueda luego irse en otoño a París y encontrar allí un lugar como de fille-au-pair.

Gracias a la influencia del padre por haber podido convencer a Mackensen de hacerse cargo de la joven Paula. A pesar de todas estas precauciones familiares, parece que Paula Becker, cuando tomó finalmente la carretera de Worpswede en septiembre de 1898, tenía la intención de permanecer más mucho tiempo del previsto y ambicionaba con hacerse una artista profesional.

Los artistas que se habían instalado en Worpswede en 1889 reivindicaban su independencia frente a las grandes academias artísticas. Eran, la inmensa mayoría, antiguos alumnos de la Academia de las Bellas artes de Düsseldorf, una institución hecha famosa algunos años antes por Wilhelm von Schadow. Como muchos jóvenes artistas del s. XIX consideraban a las academia de pinturas como instituciones oficiales y a sus antiguos amos como un ojo critico. Al establecer esta jubilación simbólica a Worpswede, aspiraban dar un lugar renovado y regenerado a la naturaleza en sus obras, al igual que lo habían hecho antes ellos Théodore Rousseau y su escuela de Barbizon. Los pintores de Worpswede deseaban ejercer su arte en plena naturaleza, sin artificios y en toda simplicidad, con el fin, en particular, de dar una imagen favorable de la población campesina, que juzgaban de una pureza aún original y no corrompida por la civilización.

Una profunda amistad nació progresivamente entre Paula Becker y Clara Westhoff, una joven mujer que quería convertirse en escultora y seguía a Mackensen en cursos de dibujo y modelado. Aunque Paula, al principio, adoptado una actitud más bien reservada frente a los artistas de Worpswede, vínculos se establecieron imperceptiblemente a partir de marzo de 1899, en particular con su futuro marido Otto Modersohn y con Heinrich Vogeler. Se cree que Paula Beckerrealizó varias estampas con la técnica de aguafuerte, durante el verano de 1899, la estricta disciplina que imponía este trabajo gráfico no le gustó, al igual que las dificultades vinculadas a la utilización de técnicas de grabado. Las clases dadas por por Fritz Mackensen fue de gran ayuda para el comienzo Paula Becker y para la expansión de su talento. Desde los finales del 1898, no obstante, la joven mujer comenzó a sentir que este profesor no era el apropiado para ella. Su propio estilo, que tendía cada vez más a la simplificación de las formas y los colores, encontraba poco apoyo en Worpswede. Por otra parte, cuando Paula participó en algunas exposiciones en 1989, las críticas de las que fue objeto terminaron por convencerla de que su pintura quedaba marginada en la evolución de la cultura alemana. del Weser-Zeitung del (20 de diciembre de 1899) se puede rescatar el siguiente análisis de dos obras expuestas: «Para calificar este trabajo, los recursos de una lengua pura no son suficientes, y nos negamos a utilizar una impura. Digamos que si una actividad creativa del mismo orden se hubiera ilustrado en los ámbitos del teatro o la música, y si además hubiese tenido la insolencia de aventurarse sobre escena o en la sala de un concierto los silbidos y los abucheos, habrían hecho poner término a tal grosera mascarada».



Ciertamente, artistas como Max Slevogt, Lovis Corinth, Max Liebermann o Wilhelm Leibl conocían entonces sus primeros éxitos en Múnich y Berlín. En general, Alemania siempre se caracterizó por la soberanía de los salones de pintura y por la omnipresencia del arte académico, y por otro lado París brillaba por la apertura y la innovación de su vida artística. Paula Becker, desde su estancia en Berlín, deseaba por sobre todo descubrir y visitar la capital francesa.

Es en la noche del 31 de diciembre de 1900 que Paula Becker tomó caminó rumbo a Francia. Al igual que Roma había sido un gran centro de atracción para todos los artistas alemanes a principios del s. XIX, París entonces se había vuelto el lugar de encuentro por excelencia de todas las corrientes artísticas europeas. Varios artistas alemanes muy conocidos, como Emil Nolde, Bernhard Hoetger o Käthe realizaron entancias más o menos largas. En cuanto a Clara Westhoff ( la amiga de Paula, en la ciudad de Worpswede), ya se encontraba aquí desde fines de 1899, animada por la esperanza de convertirse en alumna de Auguste Rodin.

Paula Becker pudo hacer este viaje financieramente, puesto que seguía beneficiándose de la ayuda de sus padres y el resto de su familia. Se instaló en el número 9 de la calle Primera Campaña, en el distrito XIV de París, y adornó su pequeño estudio de cajas y algunos muebles desalojadas en un rastro. Paula Becker fue a seguir las clases de la Académie Colarossi en el Barrio Latino de París, porque esta última ofrecía la ventaja de aceptar a las mujeres, y volvió a examinar los museos como lo había hecho en Berlín. Sola o en compañía de Clara Westhoff, frecuentaba las exposiciones y galerías artísticas para familiarizarse con la pintura moderna francesa. Clara Westhoff reporto más tarde algunas anécdotas vinculadas a este período, como, por ejemplo, la visita hecha al vendedor de arte Ambroise Vollard, la profunda fascinación sentida por Paula hacia la obra de Paul Cézanne, en aquel entonces completamente desconocido. Según la historiadora del arte Christa Murken Altrogge, Paula Becker fuela primera artista alemana que percibió el talento revolucionario de este pintor. En una carta con fecha del 21 de octubre de 1907 dirigida a Clara, Paula Becker escribía muchos años más tarde que Paúl Cézanne: «es uno de los tres o cuatros grandes amos que tuvieron sobre mí el efecto de una tormenta».

Paula Becker asistió a la gran exposición organizada por el movimiento nabi en París. Este grupo artístico, profundamente influenciado por las estampas del Arte Japonés, ponía énfasis en las superficies y en los colores caprichosos, cuyo objetivo no era reflejar exactamente la realidad sino cerrar un significado propio.

Desde el mes de abril de 1900 se celebraba la Exposición Universal destinada a conmemorar la llegada del nuevo siglo. Este acontecimiento fue la ocasión de venir en París para Fritz Overbeck y el paisajista Otto Modersohn, que llegó en junio. 

Paula Becker ya conocía a Otto Modersohn y, admiraba su trabajo en Worpswede, apreciaba mucho a este hombre 11 años mayor que ella. En aquel entonces Otto Modersohn estuvo casado con Hélène, quien estaba mal de salud hecho que la retuvo en Worpswede, muriendo en la corta estancia parisina de Otto Modersohn. La tragedia precipitó la vuelta de Otto Modersohn y Fritz Overbeck a Alemania. Dos semanas después Paula Becker y Clara Westhoff regresarón a Worpswede por que el dinero con el que contaban se agotaba.

Otto Modersohn y Paula Becker se casaron el 25 de mayo de 1901. a tal efecto, y bajo la presión ejercida por sus padres, Paula Becker aceptó hasta seguir un curso de cocina en Berlín, curso que abandonó bastante rápido.

La pareja efectuó una corta luna de miel, a la cual les invitó Gerhart Hauptmann cerca de Hirschberg en Silesia, hoy territorio polaco. Se abre a continuación un período de la vida de Paula Modersohn-Becker en que intentó reconciliar sus ambiciones artísticas con su nueva vida de esposa, mujer de la casa y madre de la pequeña Elisabeth, resultado del primer matrimonio de Otto Modersohn. Paula Becker, para todo el taller, no disponía más que de una pequeña habitación con una sola ventana. Otto Modersohn decidió construir un tragaluz en el techo del edificio principal, para que su esposa trabajara. La joven novia era ayudada en la realización de las tareas diarias por un criado. Desde las 9 de la mañana hasta alrededor de la hora de la tarde, Paula Becker podía así pintar en su taller, salía para almorzar luego volvía de nuevo a su trabajo a las 15 horas, para permanecer a menudo hasta la noche, cuando pasaban de las 7 de la tarde. Intentaba sin embargo ser una madre atenta y concienzuda para su hijastra Elisabeth. Esta última sirvió por otra parte de modelo a toda una serie de retratos de la niña, como el Muchacha en un jardín al lado de una bola de cristal, que data de 1901 o 1902, y la Cabeza de una pequeña muchacha.

El matrimonio tuvo también el mérito de entregar definitivamente a Paula Becker la perspectiva de ejercer un oficio que le no habría gustado con el fin de garantizar su subsistencia. durante toda su vida, la joven mujer sólo consigue vender dos de sus lienzos, respectivamente a sus amigos Rilke y Vogeler; sin su unión con Otto, está claro que no se habría decidido a seguir el dictamen de su padre y a permitir de que se la controlaba. La situación, no obstante, tenía también cosas negativas. Mientras que Otto Modersohn, en su diario, afirma que la vida de pareja se desarrollaba mejor que lo habría creído, se encuentra en el de Paula, en la fecha de navidad de 1902, una actitud más crítica y más teñida de ironía.

Otto Modersohn parece haber sido muy feliz durante los 3 primeros años de su nueva vida de pareja. Su Diario indica entonces regularmente hasta qué punto se convencía de compartir su existencia con una artista fuera del común, cosa que nadie parecía aún hacer en la época. Paula Becker había encontrado en Otto Modersohn a un hombre cariñoso y que, bien lejos de ser un obstáculo al desarrollo de su sensibilidad artística, sabía al contrario acompañar esta evolución de una mirada crítica y elogiosa. Como muchos de sus contemporáneos, sin embargo, carecía de una comprensión realmente profunda de la obra de su esposa. Por otra parte, la intensidad con la cual Paula reaccionaba a los menores sobresaltos de la vida artística parisina lo dejaba un tanto perplejo.

Contrariamente a su marido, que buscaba la calma y la soledad de Worpswede para ejercer todo su arte, Paula Modersohn-Becker necesitaba una determinada variedad y del contacto con el mundo exterior.

Paula Modersohn-Becker dejó Worpswede el 23 de febrero de 1906. Ella indica claramente en su diario que este gesto equivale a una ruptura con Otto. Este último fue sorprendido, y envió a París las cartas que la conjuran a volver de nuevo con él. A cambio de volver Paula le rogó acostumbrarse a la idea de que perseguiría en adelante su propia vía en la vida. Su marido incluso llegó a viajar a París durante una semana en el mes de junio, pero el diálogo entre la parejas siguió siendo infructuoso. Otto Modersohn siguió a pesar de todo manteniéndolo financieramente y recibiendo el apoyo moral de la propia familia de Paula Becker, que acusaba a esta última de egoísta.

La joven se instaló en un taller especialmente espartano de la avenida de Maine, en el distrito XIV de París. Volvió a frecuentar los cursos de dibujo, las exposiciones de la vanguardia e incluso asistió a un curso de anatomía en la Escuela de Bellas Artes, dado que su estilo la dejaba insatisfecha. Muy intrigada por una escultura expuesta en el Salón de los Independientes, visitó a su escultor Bernhard Hoetger en su taller. Cuando una observación fortuita de Paula reveló a Hoetger que ella era artista, él insistió en ver sus obras, y quedo estupefacto. Paula Modersohn-Becker hasta entonces solo había encontrado apoyo en Worpswede al lado de su marido y de Rainer María Rilke, los elogios que recibió valía oro. El 5 de mayo de 1906, escribió: «Usted me hizo milagros. Usted me restituyó a mí misma. Tomé valor. Mi valor se encontraba siempre detrás de puertas condenadas y no sabía cómo salir. Usted abrió estas puertas. Usted me es de una gran ayuda. Comienzo ahora a creer que algo quedará de mí. Y cuando pienso en eso, me vienen las lágrimas de felicidad... Usted me hizo tan feliz. Estaba un poco sola».

La valoración de Bernhard Hoetger hacia Paula Modersohn-Becker la animó a desplegar sin ningún temor toda la fuerza y el potencial de su pintura. Se calcula el número de telas realizadas entre 1906 y 1907 asciende aproximadamente a 90. Su biógrafo Lieselotte von Reinken hace por otra parte la observación que sería dudoso poder físicamente asignar tanto trabajo un misma persona, si las cartas y el diario del artista no estuvieran allí para certificarlo.



Paula Modersohn-Becker dedicó su tiempo principalmente a las pinturas de desnudos, además de estas últimas también dedico tiempo a las pinturas de naturaleza muerta, esta época también cuenta numerosos autorretratos tales como el Autorretrato con limón, donde la artista aparece generalmente semi desnuda. Llegó hasta inaugurar una clase inédita en la historia del arte, es decir el autorretrato enteramente desnudo.

El 3 de septiembre de 1906, Paula Modersohn-Becker hizo saber a su marido que quería divorciarse, y le pidió una última suma de 500 marcos. En consecuencia, ella misma se comprometía satisfacer sus propias necesidades. Sin embargo sobre su decisión volvió algunos diás más tarde, el 9 de septiembre de 1906, y resolvió volver a Worpswede. Este cambio de actitud de imputarse principalmente a Bernhard Hoetger, que había convencido a la Paula de hasta qué punto la deterioraría la situación de garantizarse ella misma su subsistencia. Paula le escribió a Clara al respecto de esta situación, el 17 de noviembre de 1906: «He observado este verano que era mejor que supiese seguir sola(...) si tengo culpa o razón, sólo el futuro podrá decidirlo. Lo principal para mi trabajo, es la tranquilidad, y no corro peligro por cierto, de carecer de eso al lado de Otto Modersohn».

Otto Modersohn había llegado a París desde el mes de Octubre para pasar el invierno con ella. Se instaló en un taller situado en el mismo edificio que el de su esposa. En marzo de (1907), la pareja regresó de nuevo a Worpswede. Paula Modersohn-Becker finalmente consiguió la alegría de quedar embarazada pero al mismo tiempo sufría al no poder estar en condiciones adecuadas para dedicar su tiempo al frente de su caballete.

El 2 de noviembre de 1907, en el momento de un parto particularmente difícil, Paula Modersohn-Becker dio a luz a una niña, Mathilde (Tillie) Modersohn. El médico recomendó a la joven madre guardar reposo en cama durante varios días. El 20 de noviembre de 1907, mientras que se le autorizaba por primera vez levantarse, Paula Modersohn-Becker fue la víctima de una embolia pulmonar, y murió a sus 31 años de vida.

Se debe sobre todo al compromiso activo de Heinrich Vogeler que los lienzos de Paula Modersohn-Becker hayan podido presentarse en varias exposiciones durante los años siguientes a su muerte. Vogeler fue en efecto el primero en realizar todo lo que pudo por la artista y su obra. La mayoría de los biógrafos de Paula ven en este comportamiento la señal de un cierto remordimiento de este hombre, que hasta ese momento sólo había considerado a la joven mujer como la esposa de su amigo Otto Modersohn. Paula Modersohn-Becker, durante su vida, parece no haber vendido más de 5 lienzos. Sin embargo y gracias a las distintas exposiciones organizadas por Heinrich Vogeler, algunos coleccionistas informados observaron la originalidad de los cuadros y adquirieron aún más. Entre ellos se encuentran Herberto von Garvens y August von Der Heydt, el cual compró más de 28 lienzos bajo el impulso de Rainer Maria Rilke. El benefactor Ludwig Roselius, por su parte, financió la apertura del museo Paula Modersohn-Becker, en Bremen. En 1913 se expusieron 129 lienzos en el Kunsthalle de Bremen, que atrayeron cada vez más admiradores debido a su originalidad formal y su potente simbolismo.

En 1917, con motivo del décimo aniversario de la muerte de Paula Modersohn-Becker, la Asociación Kestner de Hannover, organizó una gran exposición de su obra y publicó un extracto de sus cartas y su Diario. La recopilación, que aparació bajo el título "Un artista: Paula Becker-Modersohn - Cartas y Diario", adquirió un gran éxito y dio a conocer a la pintora. Estos textos se republicaron varias veces, incluso en un libro de bolsillo después de la Segunda Guerra Mundial. Contribuyó a difundir un retrato bastante sentimentalista de su autora, reduciéndola a algunas características ridículas: una joven mujer, soñando convertirse en un artista, consigue superar todos los obstáculos, se garantiza un posible destino casándose con un artista reconocido, se siente prisionera al cabo de algunos años e intenta romper el yugo para morir finalmente poco después pariendo. Esta admiración experimentada por la determinación con la cual Paula Modersohn-Becker buscó su propia vía artística, paradójicamente, condujo a falsear el punto de vista de su obra. Los escritos muy personales de Paula Modersohn-Becker, que no se habían sido condebidos obviamente para publicarse, contienen un tono romántico y exaltado que entra en contradicción con la lengua ilustrada de la artista. En su prólogo a la edición completa parecida en 1979, Günter Busch deplora así que Paula Modersohn-Becker se tome para un "personaje fantástico e iluminado". A eso se añade que los extractos elegidos en 1917, a menudo, no se acompañaban de las numerosas correcciones que les correspondían. Esta es la razón por la que se podía por ejemplo leer la premonición hecha por la joven mujer de su muerte precoz, por la enfermedad que contrajo en su primera estancia en París, pero no el "y que eso duré aún mucho tiempo" que añadió con alivio más tarde, después de haber recuperado la buena salud.







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