domingo, 24 de marzo de 2013

MARÍA ZAMBRANO ALARCÓN





María Zambrano Alarcón (Vélez-Málaga, España, 22 de abril de 1904 – Madrid, 6 de febrero de 1991). Filósofa y escritora española, discípula del filósofo, escritor y periodista español José Ortega y Gasset y del filósofo español Xavier Zubiri.

María Zambrano nace en Vélez-Málaga el 22 de abril de 1904, hija de Blas Zambrano García de Carabante y Araceli Alarcón Delgado, ambos maestros. En 1908 se traslada con su familia a Madrid, y vive en el Nº 8 de la calle Redondilla. Más tarde, en 1909, la familia se afinca en Segovia donde transcurre su adolescencia, a causa de que a su padre Blas le habían otorgado la cátedra de Gramática Castellana en la Escuela Normal de Maestros de la ciudad, mientras María estudió en el Instituto de Segovia.

En Segovia su padre ingresa en la Agrupación Socialista Obrera, de la que será presidente, y además funda el periódico Segovia y la revista Castilla. El 21 de abril de 1911 nace su hermana, Araceli Zambrano y en otoño de 1913 comienza los estudios de bachillerato en el Instituto de Segovia. Estos años que coinciden con la gran amistad de su padre, Blas Zambrano, con Antonio Machado, quien llega a Segovia el 2 de noviembre de 1919, para ocupar la plaza de Historia de la Literatura Española en el Instituto de Bachillerato. Se solía ver a menudo, a don Blas y don Antonio Machado, en las tertulias del café La Unión.


En 1921 María Zambrano se matricula por libre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, donde toda su familia se trasladaría en 1924, viviendo primero en la Plaza de los Carros y más tarde en la Plaza del Conde de Barajas. En 1927 asiste a las clases de José Ortega y Gasset y de Xavier Zubiri en la Universidad Central de Madrid, completa así la carrera de Filosofía y asume un papel de mediadora entre Ortega y algunos escritores jóvenes, como Sánchez Barbudo o José Antonio Maravall. En 1931 es profesora auxiliar de la Cátedra de Metafísica en la Universidad Central, hasta el año 1936, aunque ya por esta época trabajaba en la que sería su tesis doctoral «La salvación del individuo en Spinoza». También fue profesora del Instituto de Bachillerato Cervantes Madrid. En 81933) publica su primer ensayo, "¿Por qué se escribe'", en la Revista de Occidente, y más tarde colabora en otras revistas como Los Cuatro Vientos y Cruz y Raya.

Durante los años de la Segunda República conoce y estrecha su amistad con Luis Cernuda, Rafael Dieste, Ramón Gaya, Miguel Hernández, Camilo José Cela o Arturo Serrano Plaja a través de las Misiones Pedagógicas y de otras iniciativas culturales. El 14 de septiembre de 1936 María Zambrano contrae matrimonio con el historiador Alfonso Rodríguez Aldave, marchándose poco tiempo después a Chile, donde éste había sido nombrado Secretario de la Embajada de España. Hace escala en La Habana, donde conoce a José Lezama Lima y pronuncia una conferencia sobre José Ortega y Gasset. Fue en 1937, el mismo día en que cae la ciudad de Bilbao, cuando María Zambrano y su marido regresan a España; a la pregunta de por qué vuelven si la guerra está perdida, responderán "Por eso". Colabora en la defensa de la República y es nombrada Consejera de Propaganda y Consejera Nacional de la Infancia Evacuada.

El 29 de octubre de 1938 muere su padre, Blas Zambrano, al que Antonio Machado dedica un capítulo de su Mairena póstumo. Hasta el día de su salida camino del exilio, María Zambrano reside sucesivamente en Valencia y Barcelona. Su marido se incorpora al ejército, y colaborará en defensa de la República como Consejero de Propaganda y Consejero Nacional de la Infancia Evacuada. El 28 de enero de 1939 María cruza la frontera francesa, camino del exilio en compañía de su madre, Araceli Alarcón, su hermana Araceli y el marido de ésta. Tras unas breves estancias en París y Nueva York se dirige a La Habana, donde reencuentra a Lezama Lima y es invitada como profesora de la Universidad y del Instituto de Altos Estudios e Investigaciones Científicas. De La Habana se dirige a México, donde es nombrada también profesora en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo de Morelia, (Michoacán). En 1943 y 1944 dicta cursos en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de San Juan de Puerto Rico, así como en la Asociación de Mujeres Graduadas. Igualmente conferencia en la Asamblea de Profesores de Univ. en el exilio (La Habana).

En septiembre de 1946 viaja desde La Habana a París con motivo del fallecimiento de su madre, permaneciendo en esta ciudad y en esos duros años de postguerra hasta el 1 de enero de 1949. Desde esta fecha se traslada a La Habana, donde vivirá hasta 1953, impartiendo conferencias, cursos y clases particulares. Vuelve a Europa y se instala en Roma hasta (1964), relacionándose con intelectuales italianos como Elena Croce, Elémire Zolla y Victoria Guerrini, y españoles como Ramón Gaya, Diego de Mesa, Carmelo Pastor, Enrique de Rivas, Rafael Alberti y Jorge Guillén. Este mismo año se sitúa en la vieja casa de La Pièce, junto al bosque del Jura francés, lugar que entronca con su libro Claros del bosque.

Con el artículo de José Luis López Aranguren "Los Sueños de María Zambrano" (Revista de Occidente, feb. de 1966) se inicia un lento reconocimiento en España de su obra. Todo el año 1973 lo pasa en Roma y de 1974 a 1978 vuelve a residir en La Pièce escribiendo Claros del bosque y manteniendo una intensa correspondencia con Agustín Andreu. El deterioro de su salud física es constante cuando en 1978 se traslada a Ferney-Voltaire, donde permanece dos años, hasta que en 1980 se traslada a Ginebra. En ese año, a propuesta de la colonia asturiana en Ginebra, es nombrada Hija Adoptiva del Principado de Asturias, lo que constituyó su primer reconocimiento oficial.

En 1981 es recompensada con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, a su vez el ayuntamiento de Vélez-Málaga, su ciudad natal, la nombra Hija Predilecta. Al año siguiente, el 19 de diciembre de 1982, la Junta de Gobierno de la Universidad de Málaga acuerda su nombramiento como Doctora honoris causa. El 20 de noviembre de 1984 María Zambrano pisa de nuevo suelo español y se instala en Madrid, desde donde salió en pocas ocasiones. En esta última etapa la actividad intelectual será incansable, siendo nombrada Hija Predilecta de Andalucía el 28 de febrero de 1985. Después, en 1987, se constituye en Vélez-Málaga la Fundación que lleva su nombre, y en 1988 se le concede el Premio Cervantes.

El 6 de febrero de 1991, María Zambrano fallece en Madrid, España, siendo enterrada en su ciudad natal. No obstante seguirá recibiendo reconocimientos sociales, como el de "Hija Predilecta de la Provincia de Málaga" el 25 de abril de 2002. El 27 de noviembre de 2006 el Ministerio de Fomento bautizó con su nombre la estación central de ferrocarril de Málaga. En 2008 se botó el buque remolcador de Salvamento Marítimo María Zambrano (BS-22), en su honor.

ANTES DE LA OCULTACIÓN


Comencé a cantar entre dientes por obedecer en la oscuridad absoluta que no había hasta entonces conocido, la vieja canción del agua todavía no nacida, confundida con el gemido de la que nace; el gemido de la madre que da a luz una y otra vez para acabar de nacer ella misma, entremezclado con el vagido de lo que nace, la vida parturiente. Me sentí acunada por este lloro que era también canto tan de lejos y en mí, porque nunca nada era mío del todo. ¿No tendría yo dueño tampoco?
La música no tiene dueño, pues los que van a ella no la poseen nunca. Han sido por ella primero poseídos, después iniciados. Yo no sabía que una persona pudiera ser así, al modo de la música, que posee porque penetra mientras se desprende de su fuente, también en una herida. Se abre la música sólo en algunos lugares inesperadamente, cuando errante el alma sola, se siente desfallecer sin dueño. En esta soledad nadie aparece, nadie aparecía cuando me asenté en mi soledad última; el amado sin nombre siquiera. Alguien me había enamorado allá en la noche, en una noche sola, en una única noche hasta el alba. Nunca más apareció. Ya nadie más pudo encontrarme.


CLAROS DEL BOSQUE

No me respondes, hermana. He venido ahora a buscarte. Ahora, no tardarás ya mucho en salir de aquí. Porque aquí no puedes quedarte. Esto no es tu casa, es sólo la tumba donde te han arropado viva. Y viva no puedes seguir aquí; vendrás ya libre, mírame, mírame, a esta vida en la que yo estoy. Y ahora sí, en una tierra nunca vista por nadie, fundaremos la ciudad de los hermanos, la ciudad nueva, donde no habrá ni hijos ni padres. Y los hermanos vendrán a reunirse con nosotros. Nos olvidaremos allí de esta tierra donde siempre hay alguien que manda desde antes, sin saber. Allí acabaremos de nacer, nos dejarán nacer del todo. Yo siempre supe de esa tierra. No la soñé, estuve en ella, moraba en ella contigo, cuando se creía ése que yo estaba pensando.
En ella no hay sacrificio, y el amor, hermano, no está cercado por la muerte.
Allí el amor no hay que hacerlo, porque se vive en él. No hay más que amor.
Nadie nace allí, es verdad, como aquí de este modo. Allí van los ya nacidos, los salvados del nacimiento y de la muerte. Y ni siquiera hay un Sol; la claridad es perenne. Y las plantas están despiertas, no en su sueño como están aquí; se siente lo que sienten. Y uno piensa, sin darse cuenta, sin ir de una cosa a otra, de un pensamiento a otro. Todo pasa dentro de un corazón sin tinieblas. Hay claridad porque ninguna luz deslumbra ni acuchilla, como aquí, como ahí fuera.


EL TEMPLO Y SUS CAMINOS


Una tinieblas que prometen y a veces amenazan abrirse. Y es difícil creer que quien recorre tal camino no se vea acometido por el tempor y un temblor casi paralizantes. Es la luz de un viaje más bien extrahumano, que el hombre emprendía asomándose al lado dé allá, a ese lado al cual se supuso, cada vez con mayor ligereza, que sólo se asoman los místicos. Es la luz que se vislumbra y la luz que acecha, la luz que hiere. La luz que acecha en la inmensidad de un horizonte donde perderse parece inevitable, y que hiere con un rayo que despierta más allá de lo sostenible, llamando a la completa vigilia, ésa donde la mente se incendiaría toda.


GEOGRAFÍA DE LA AURORA

Y las piedras preciosas, esas grutas de esmeraldas que nacen en sueños y al soñante acogen tan de verdad que éste conserva en la vigilia las huellas del tacto, a veces hecho memoria tanto o más que un lugar simplemente natural; y el color que sin nombre sostiene la retina por años, por duraciones sin fin, ese color visto tan sólo en sueños y ese felicísimo estar en la gruta, y aun el poder volver a ella encontrándola en tierras lejanas bañadas por otra luz. ¿Cómo suceden, cómo están ahí asequibles aunque no enteramente, y sin sombra alguna de terror, cosa tan extraña a toda gruta desconocida, por insignificante que sea? Este no tener, y no esperar, este estar sin esfuerzo alguno, esta patria perdida o esperada, donde se ha entrado sin saber cómo ni por qué, sin esperanza ni temor. Y ese vivir sin anhelar, ni apetecer, sin añorar sin soñar, duerme al fin en su gruta sin soñar señor alguno, que le haya herido y sin soñarse él a sí mismo, olvidado de toda herida.
El ciervo reposa sin herida, apoyada su cabeza sobre una piedra, flor azul.


LA LLAMA

Asistida por mi alma antigua, por mi alma primera al fin recobrada, y por tanto tiempo perdida. Ella, la perdidiza, al fin volvió por mí. Y entonces comprendí que ella había sido la enamorada. Y yo había pasado por la vida tan sólo de paso, lejana de mí misma .Y de ella venían las palabras sin dueño que todos bebían sin dejarme apenas nada a cambio. Yo era la voz de esa antigua alma. Y ella, a medida que consumaba su amor, allá, donde yo no podía verla; me iba iniciando a través del dolor del abandono. Por eso nadie podía amarme mientras yo iba sabiendo del amor. Y yo misma tampoco amaba. Sólo una noche hasta el alba. Y allí quedé esperando. Me despertaba con la aurora, si es que había dormido. Y creía que ya había llegado, yo, ella, él... Salía el Sol y el día caía como una condena sobre mí. No, no todavía.


LA MIRADA

Sólo cuando la mirada se abre al par de lo visible se hace una aurora. Y se detiene entonces, aunque no perdure y sólo sea fugitivamente, sin apenas duración, pues que crea así el instante. El instante que es al par indeleblemente uno y duradero. La unidad, pues, entre el instante fugitivo e inasible y lo que perdura. El instante que alcanza no ser fugitivo yéndose.
Inasible. El instante que ya no está bajo la amenaza de ser cosa ni concepto. Guardado, escondido en su oscuridad, en la oscuridad propia, puede llegar a ser concepción, el instante de concebir, no siempre inadvertido.
Y así, la mirada, recogida en su oscuridad paradójicamente, saltando sobre una aporía, se abre y abre a su vez, "a la imagen y semejanza", una especie de, circulación. La mirada recorre, abre el círculo de la aurora que sólo se dio en un punto, que se muestra como un foco, el hogar, sin duda, del horizonte. Lo que constituye su gloria inalterable.


LA PENSADORA DEL AURA

Nacer sin pasado, sin nada previo a que referirse, y poder entonces verlo todo, sentirlo, como deben sentir la aurora las hojas que reciben el rocío; abrir los ojos a la luz sonriendo; bendecir la mañana, el alma, la vida recibida, la vida ¡qué hermosura! No siendo nada o apenas nada por qué no sonreír al universo, al día que avanza, aceptar el tiempo como un regalo espléndido, un regalo de un Dios que nos sabe, que nuestro secreto, nuestra inanidad y no le importa, que no nos guarda rencor por no ser...
...Y como estoy libre de ese ser, que creía tener, viviré simplemente, soltaré esa imagen que tenía de mí misma, puesto que a nada corresponde y todas, cualquier obligación, de las que vienen de ser yo, o del querer serlo.


LO CELESTE

"En par de los levantes de la Aurora"

Por amplias que sean sus alas, la luz auroral que sigue al alba es como un boquete, un lugar que tiende a absorber y ofrecer al par la inminencia de que algo inconcebible aparezca. ¿Un ser? Un animal quizás, un ser viviente, se dibuja casi, está al dibujarse. Un ser viviente de aliento y de pasión, un fuego oscuro por indiscernible que luego resulta ser simplemente blanco. Un blanco inextenso, un ser sin extensión. ¿Pensamiento? Mira tan sólo. Es una mirada, ya que la mirada de todo aquello que se manifiesta visiblemente es lo único que no tiene extensión y, aun más, la borra.
Llega la mirada anulando la distancia, quien la recibe queda traspasado, raptado o fijado; fijado, si es la mirada de la luz. Y cuando la luz nos fija es que nos mira, y, al mirarnos, ¿se sabría decir lo que sucede? Y, por no saberlo decir, se borra: no crea memoria.
Y así, de esta mirada de la luz, nace, podría nacer, ha nacido una y otra vez un pensamiento sin memoria. Un pensamiento liberado del esfuerzo de la pasión de tener que engendrar memoria y, en su virtud, liberado también de toda representación y de todo representar.


¡CUÁNTA HERMOSURA..!

Nota de María Victoria Atencia:
En el verano de hace ahora diez años, tras la publicación de algún libro mío, 
recibí de María un pliego doblado en cuatro y con un breve escrito que casi se perdía 
en la relativa inmensidad del papel. 
Venían en él, impresos, su nombre y su dirección postal. Y más abajo, mecanografiado 
y centrado en su página, el título, "A María Victoria Atencia", y el texto en el que suplo 
algún signo ortográfico. Prescindo del nombre de la autora que en el pie figuraba como firma. 
Pero bajo a ese pie la indicación sobre el lugar y fecha en que se escribió. Traigo ese
texto aquí, después de largas dudas por razones de discreción personal, al considerar 
que no se trata de una bella dedicatoria con ocasión del envío de un libro suyo, 
como solía hacer, sino de unas líneas tan innecesarias como espontáneamente escritas 
ex abundantia cordis. Por ese mismo criterio de discreción reduzco a simple dedicatoria 
el encabezamiento del poema y doy a éste un título con parte de su primer verso.


DE L'ETOILE DES ALPES

De l'Étoile des Alpes
à
l'ëtoile Polaire,

invisible y presente,
íntima de
tan inmediata.


DELIRIO DEL INCRÉDULO

Bajo la flor, la rama;
sobre la flor, la estrella;
bajo la estrella, el viento.
¿Y más allá?
Más allá, ¿no recuerdas? , sólo la nada.
La nada, óyelo bien, mi alma:
duérmete, aduérmete en la nada.
[Si pudiera, pero hundirme... ]
Ceniza de aquel fuego, oquedad,
agua espesa y amarga:
el llanto hecho sudor;
la sangre que, en su huida, se lleva la palabra.
Y la carga vacía de un corazón sin marcha.
¿De verdad es que no hay nada? Hay la nada.
Y que no lo recuerdes. [Era tu gloria.]
Más allá del recuerdo, en el olvido, escucha
en el soplo de tu aliento.
Mira en tu pupila misma dentro,
en ese fuego que te abrasa, luz y agua.
Mas no puedo.
Ojos y oídos son ventanas.
Perdido entre mí mismo, no puedo buscar nada;
no llego hasta la nada.


EL AGUA ENSIMISMADA

Para Edison Simons

El agua ensimismada
piensa o sueña?
El árbol que se inclina buscando sus raíces,
el horizonte,
ese fuego intocado,
¿se piensan o se sueñan?
El mármol fue ave alguna vez;
el oro, llama;
el cristal, aire o lágrima.
¿Lloran su perdido aliento?
¿Acaso son memoria de sí mismos
y detenidos se contemplan ya para siempre?
Si tú te miras, ¿qué queda?


MUCHAS GRACIAS

Muchas gracias;
muchas, muchas gracias.
Qué va. Está muy bien.
Dispénseme, señora.
No hay de qué.
Está completo, pero está muy bien.
Un farsante, un cuentista,
un enterao
-la Place de l'Alma-, un cualquiera,
me da igual.
Cuando usted quiera.
Ah, señora, ¡si usted supiese!
Está bien.
Aquellos buenos tiempos...
Mas París es París, y está muy bien.
Aunque no lo comprendo.
L'Étoile, Notre-Dame, Les Champs,
se sabe, ¿por qué no?
Encuentro, encontraré, ¿encontré
ya?
Entonces, apresúrese, vaya.
¿Por qué no?

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