sábado, 30 de marzo de 2013

CLAUDIA LARS






Claudia Lars (Margarita del Carmen Brannon Vega, Armenia, 20 de diciembre de 1899-San Salvador, 22 de julio de 1974). Escritora y poetisa salvadoreña. Su obra es considerada de un depurado lirismo y dominio de la métrica. Sus padres fueron el irlandés Peter Patrick Brannon y la salvadoreña Carmen Vega Zelayandía. Durante su infancia fue amiga de Consuelo Suncín, esposa que fue de Antoine de Saint-Exupéry. Inició su educación en su propio hogar y posteriormente estudió en el Colegio La Asunción de la ciudad de Santa Ana. En su adolescencia, y gracias al general Juan José Cañas, logró que un cuadernillo de poemas de su autoría fuera publicado con el nombre "Tristes Mirajes". Asimismo, inició una relación sentimental con el escritor y poeta nicaragüense Salomón de la Selva en 1919, pero sus padres rompieron la relación y mandaron a la joven hacia EUA donde conoció a Leroy Beers, su primer esposo. En este país enseñó castellano en la Escuela Berlitz de Brooklyn.


Margarita del Carmen Brannon Vega regresó a El Salvador junto a su esposo en 1927, al haber sido nombrado cónsul de EUA, y ese mismo año dio a luz a su único hijo Leroy Beers Brannon. Al mismo tiempo, departió con los intelectuales de la época, entre ellos Salarrué, Alberto Guerra Trigueros, Serafín Quiteño y Alberto Masferrer. En 1933 comenzó a usar el seudónimo Claudia Lars. Publicó el libro "Estrellas en el Pozo" en 193) y también participó en programas líricos radiofónicos para público infantil. De igual manera, colaboró en la Página de los niños de El Diario de Hoy.


A inicios de la siguiente década, Claudia Lars obtuvo el segundo lugar de los Juegos Florales de la Feria Novembrina en Guatemala, realizado en 1941, gracias a su obra "Sonetos del Arcángel". También serían publicadas algunas de sus creaciones como "La Casa de Vidrio" (Santiago de Chile, 1942), "Romances de Norte y Sur" (1946), "Sonetos y ciudad bajo mi voz" (1947), ganadora del certamen conmemorativo del IV Centenario del título de Ciudad de San Salvador. En estos años, Lars, como agregada cultural de la embajada de El Salvador, partió hacia Guatemala en 1948 donde conoció a su segundo esposo Carlos Samayoa Chinchilla, de quien se divorciaría en 1967. Sin embargo, antes de contraer nupcias, sobrellevó una vida agitada en la que trabajó empacando duraznos en EUA, traduciendo historietas para Walt Disney y colaborando para periódicos antifascistas salvadoreños. De regreso a El Salvador, trabajó en el Departamento Editorial del Ministerio de Cultura (actual Dirección de Publicaciones e Impresos) donde dirigió la revista Cultura. Publicaciones de esta época fueron: "Donde llegan los pasos" (1953), "Escuela de Pájaros" (1955), "Fábula de una verdad" (1959) y las memorias "Tierra de Infancia".


Otras obras suyas resultaron galardonadas en los años siguientes, tales como "Sobre el ángel y el hombre", segundo lugar del Certamen Nacional de Cultura de 1962 y "Del fino amanecer", primer premio compartido de los Juegos Florales de Quezaltenango en 1965. Asimismo, una recopilación de su obra fue elaborada por Matilde Elena López con el nombre "Obras Escogidas". Antes de su muerte obtuvo un doctorado Honoris Causa de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, siendo además distinguida con la Orden José Matías Delgado. De manera póstuma sería divulgada Poesía última, impresa por la Editorial Universitaria, y también David Escobar Galindo elaboró "Sus mejores poemas", editada por la Dirección de Publicaciones en 1976. En 1999, en conmemoración del centenario de su nacimiento, el Consejo Nacional para la Cultura y el Arte publicó 2 volúmenes de su "Poesía Completa", recopilada por Carmen González Huguet.

Obras: "Estrellas en el Pozo"; "La Casa de Vidrio"; "Romances de Norte y Sur"; "Donde llegan los pasos"; "Fábula de una Verdad"; "Tierra de Infancia"; "Presencia en el Tiempo"; "Girasol"; "Tristes Mirajes"; "Sonetos del Arcángel"; "Sobre el ángel y el hombre"; "Sonetos y ciudad bajo mi voz"; "Del fino amanecer"; "Nuestro pulsante mundo"; "Poesía Última".


CANCIÓN QUE TE HIZO DORMIR

La noche del mundo:
¡qué largos cabellos...!
Los suelta en la torre,
la torre del viento.

Los peina en el valle,
los trenza en el cerro,
los abre en las ramas
frías del almendro.

La noche del mundo:
¡qué oscuro su cuerpo. ..!
En él se transforman
las cosas del suelo:
el lirio descalzo
se calza de acero;
el loro se vuelve
piedra de silencio;
la errante neblina
ángel medio ciego,
y el naranjo en flor
un oso de hielo.

La noche del mundo:
¡qué nombre de sueño,
qué barca volante,
qué tiempo sin tiempo!


CARTAS ESCRITAS CUANDO CRECE LA NOCHE

I

El tiempo regresó —en un instante—
A la casa donde mi juventud
Quiso comerse el cielo.
Lo demás bien lo sabes...
Otros llegaron con sus palabras
Y sus cuerpos,
Buscándome dolorosamente
O dejando la niebla del camino
Entre mis pobres manos.
Lo demás es silencio...
Hoy tengo tus poemas en mis lágrimas
Y el deseado mensaje —tan tuyo—
Entra en mi corazón con mil años de ausencia.
Lo demás es poseer este milagro
Y sentirme a orillas del Gran Sueño
Como una rosa nueva.
"Dame tu mano al fin, eternamente"...

II

Busco tu voz en cada letra de los poemas
que para mí escribiste.
Tu amada voz dormida en su entierro!...
El contorno de un rumor toma vuelo y entonces
La recobro, despierta.
Sintiéndome más encendida que un diamante
Y con tu voz en el aire fresco
Me atrevo a decir, saludando al mundo:
"¿Quieren iluminarse
Con esta plenitud?"

III

Pude haber vivido cerca de ti
Suavemente
Y encender tu lámpara y sentarme
En el ancho sillón oloroso a tiempo.
Pude cortar una rosa 
Y ponerla en tu escritorio
O bordar a media tarde
Un enjardinado mantel.
Ocurrió lo contrario:
Lejos anduve y sola
-Tremendamente sola-
porque no quisiste acompañarme.
Pero en idas y venidas por esos caminos,
¡Qué bien me enseñaron a conocer quién soy!

IV

En el círculo de palabras y palabras
Tu silencio era más poderoso 
que cualquier sonido
Yo lo habitaba sin protestas
Entrando valientemente en sus distancias
Como patinadora sobre el hielo.
¡Ah, tu silencio mío!
¡Ah, mi sutil planeta inexplicable!
¿Era un espacio vivo
O tan solo el nombre de esta obstinación?
Al fin, después de todo...
-No falta un después en cada momento-

V

Si en la hora más quemante de mi vida
Yo hubiera encendido, por lo menos,
La orilla de tu corbata...
Todo sería distinto!
Pero no lo permitiste —¿Recuerdas?—
Y entonces fui, como jamás lo he sido
Una desesperada.
Guardo tu palidez esquiva
Y los ojos que no iban a entregarse
Aunque acabara el mundo.
Después algo me hiere no sé dónde
Y me ahogo y respiro soledades
Y estoy metida hasta los huesos
En un laberinto
¿Cómo logré salvarme?
Porque yo olía a flor
-En la hora más ciega de mi vida-
Y lo único que deseaba intensamente
Era caer sobre tu cuerpo como una flor.

VI

Si todo fuera distinto
Yo no tendría un largo viaje en los ojos
Y en esta soledad
Versos y versos...
Si todo fuera distinto
Yo sería a tu lado una dicha completa
Y la mitad de tu alma.

VII

Si llegaras por esa puerta
Tal vez te extrañaría mi pelo gris-azul,
Con reflejos plateados.
Le pongo un suave tinte _por supuesto_
Pero no creas que me engaño.
Envejecer es un problema. Sin embargo,
Yo no envejezco entristeciéndome.
Si regresara con lo vivido hasta el domingo
Que al lado tuyo se hizo viernes,
Creo que volvería a ser la misma amorosa
Y que de nuevo te daría
Un rato tremendo.

VIII

El tiempo... ¿Qué es el tiempo?
Para mí no ha pasado
Desde aquellas noches de lunas amarillas,
Cuando me llevabas a las reuniones de los sábados...
Me sentí joven al leer tus poemas
Y me dio vergüenza experimentar esa delicia.
Con un gajo de sueños juveniles
Caí en profundo sueño.
Hoy me burlo del tiempo
Y hasta le hago cosquillas
En las barbas.
Así, medio jugando,
Voy a meterlo por un mes
En el armario.

IX

Toda una vida lejos de ti.
Toda una vida...
Por qué?... ¿Quieres decirlo?...
Hubiera sido tan hermoso
Mirar la misma estrella
Desde nuestra ventana.

X

Hay muchos años entre mi amor
Y tu ausencia.
Con ellos puedo escribir
Una historia larga.
Hay mil cosas que quisiera decirte
Dulcemente...
¿Pero cómo expresar lo inefable?

XI

Tal vez nunca contestes mis cartas.
Ya nada espero ni pido nada.
A estas horas sería ridículo preguntar al cartero
Si me trae un sobre que brilla
Como pequeño astro.

XII

No sé a quien contarle que regresaste de repente,
Con tu lenguaje extraordinario
Y con todo lo que sabe
De la eternidad.
Confiaré a un joven puro mi secreto,
Para que él lo celebre viviendo.
Sería triste que nadie conociera
Mis llamaradas y mi sal.

XIII

Si el príncipe Siddharta apareciera ahora
Cerca de mí, muy cerca,
Creo que me diría suavemente:
"Rompe ese lazo dulce.
¿Acaso no conoces lo que enseñé?"
pero la ley de Samsara es fiel y exacta:
el nudo no podrá deshacerse 
hasta que tú y yo alcancemos, juntos,
la más definitiva palpitación
del encuentro.
Crece la noche... crece...
Y el Pensativo de Rostro Inmutable
Cuenta con sus ojos
Mi verdadera edad.

XIV

Cuando todo se cumpla
En otra vida, porque aquí ya es muy tarde_
Conoceré mejor el poder de los recuerdos
Y viviré en tu casa.

XV

Y ahora un "hasta siempre"... un "te agradezco"...
Descubrí mi esperanza.
Aquí se anuncia la mañana con un ángel
Y con una semillita de antigüedad.


ESTRELLA

Estrella... más que vista, presentida.
-¿Dardo de luz o brasa que levanto?-
Alta en el cielo y en razón de llanto
tras la retina por milagro hundida.

En el sueño y la sangre derretida.
Doliendo allí, perdida con espanto.
Casi tocada en la raíz del canto
y eternamente libre y perseguida.

Reflejo. Sin embargo, propia lumbre.
Clavo del hueso, signo de la cumbre,
ojo de soledad y lejanía.

Sitiada siempre, pero esquiva al tacto.
Doble. Juntando al fin su don exacto
en este humilde afán de la poesía.


ESPEJO

Miré a la dulce niña del pasado
con piel ansiosa y con el ojo puro,
dibujando su forma contra el muro
donde el amor la había equivocado.

Era yo misma... cuerpo ya olvidado,
gesto de ayer y corazón seguro;
simple inocencia en el afán oscuro
y secreto del canto inaugurado.

Estaba allí, casual y sensitiva,
dueña del dardo y la manzana viva
en trémula quietud y extraño aliento.

Toqué su falda de vergel y danza,
entré en el corazón de la esperanza,
y recogí el engaño del momento.


ROSA

Color redondo, carne dulce y fina,
abierto corazón de primavera;
llama fugaz en tierra pajarera,
columna de evidencia matutina.

Goce de abril, inútil bailarina
de la sangre y la luz en la frontera,
comunicada con la vida entera
por el silencio amargo de la espina.

Externa y pura, mas del lodo alzada.
En el cristal cautiva y condenada 
sin alarde se dobla o se refleja.

Basura de agonía cuando acabe...
¡Y mi lengua extraviada que no sabe
el idioma del duende y de la abeja!


SANGRE

Para Alberto Guerra Trigueros 

Zumo de angustias, leche milagrosa,
raíz inaccesible, árbol salado.
¡Qué temblor en el túnel anegado!
¡Qué llama y nieve en subterránea rosa!

Escala de contactos, misteriosa
razón del sueño, el miedo y el pecado.
Silencio a todo grito encadenado
y tapiada presencia dolorosa.

De los muertos nos llegas... ¡muerte andando!
Substancia inevitable, gravitando
en la masa despierta de la vida.

Mi cuerpo de mujer te alza en el hombre,
te suelta en la aventura de su nombre
y te derrama por interna herida.


SIRENA 

Va sobre espuma alzada, casi en vuelo,
sin rozar el navío ni la roca
y la distancia abierta la provoca
un doloroso afán de agua y de cielo.

El canto suelto, desflecado el pelo,
de la tierra inocente, grave y loca;
encendidos los sueños y en la boca
la extraña sangre de una flor de hielo.

No es el tritón quien le transforma el pecho,
ni el querubín se inflama entre sus labios
para beber después llanto deshecho.

Un hombre, nada más... Con brazos sabios
la tiende sobre el peso de la tierra
y allí se arrastra dulcemente en guerra.


SUEÑO

Fui por el aire, tras la luz caída,
pisando signos y colores planos
y llevaba, desnuda, entre las manos,
la flor de ayer, alzando nueva vida.

Una paloma leve y abstraída
buscó la espiga de celestes granos
y en caminos profundos y lejanos
quedó mi propia forma detenida.

Derribadas murallas, botadura
de un nuevo corazón a la dulzura
y el miedo y el amor cruzando espadas .

A la deriva un ¡ay!... de no sé dónde,
y la muerte, impasible, que se esconde
en reflejo de caras olvidadas.


RETRATO

Ternura móvil que enraizó a mi lado,
niño grande sin nombre y sin alero;
huésped del sueño en cuerpo verdadero,
oscuro corazón iluminado.

Pago del día, saldo del pasado,
dulce heridor y hábil curandero;
mina de venas rotas y venero
que sin reserva da lo que he buscado.

Su silencio tan largo tiene ahora
pájaros irisados y despiertos
bajo una luz madura y vencedora.

De cenizas llegó su forma alzada,
y en rumbos de la sangre su llamada
devuelve la palabra de los muertos.


RETO

Maduro fuego por azar cautivo
en el estrecho cauce de mis venas.
Brazo de afán helado entre cadenas,
rostro de ayer presente en sueño vivo.

Paloma del zarzal y del olivo
que a perseguir tu vuelo me condenas.
Fuente, sobre la sed de las arenas,
negándose a mi tallo sensitivo.

Como lleva la noche al sol distante
y el párpado cerrado los colores,
así te llevo en pulso palpitante.

Viuda de tu presencia en lo visible,
están en mí tus dádivas mejores
y alzo en forma cabal sangre imposible.





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